- Los que escriben un diario, es porque se sienten solos.
+ No es verdad. Es porque tienen algo que contar, porque su vida es diferente. Y, aunque nunca lo confiesen, siempre esperan que alguien lo descubra, lo lea a escondidas para así poder conocer la verdadera personalidad del autor.

lunes, 25 de abril de 2011

El cielo tapado por nubes negras.

Nubes negras. Gotas de agua. Paraguas. Luz. Sonido. Relampagos. Rayos. Truenos. Lluvía. Olor a tierra mojada. Recuerdos. Momentos. Caricias. Miradas. Palabras. Besos. Abrazos. Sonrisa. Mordiscos. Susurros. Subir. Bajar. Rápido. Lento. Porno. Violento. Dulce. Único. Yo. Él.
- Hoy me levanté con ganas de tí. Con ganas de me quites la timidez, con ganas de quitarte TODO, menos la sonrisa. (;


Tranquilo. No pienses mal de mi, bonito. Mi interés por ti es puramente sexual.

sábado, 23 de abril de 2011

Salto a la piscina.

Mirada perdida. Alegría desvanecida. Sonrisa dibujada. Tres cervezas vacías. Colillas en un cenicero improvisado. Un sms sin contestar:
- Te propongo un plan indecente para esta tarde. ¿Te vienes a mi casa? (;
En ese momento su cabeza era una noria de ideas que no dejaban de girar. Mil ideas por cada vuelta se le planteaba mil y una más.
¿Que hacer?
Tenía ganas. ¿Qué digo ganas?, tenía muchísimas ganas de ese plan pero, también tenía miedo, mucho miedo.
Cada vez estaba más nerviosa. Con más miedo, con más ganas.
Esa tarde la llevaba esperando durante meses, y al fin sucedía. Maldito miedo, malditos nervios.
Las ideas estaban mareadas de tantas vueltas que le había dado ya.
-¡Basta! ¡Se acabó! No quiero pensar más, no quiero darle más vuelta al asunto.
Hay veces que tienes que tomar un decisión sin saber que sucederá después. Sin saber si dolerá o te traerá la felicidad. Esa felicidad con la que solía jugar, felicidad que ya no paraba por aquí.
Es como tirarse a una piscina con los ojos vendados. No sabes si está llena o vacía pero, la única manera de saberlo es saltando a ella.
Y esa tarde ella saltó. Saltó a una piscina con los ojos vendados, sin saber que le esperaba después de aquel salto. Pero eso era vida. Sí, se sentía más viva que nunca. La vida es riesgo. Hay que arriesgarse para poder ganar. La vida es miedo y felicidad pero, la vida a veces también duele.
El salto es la mejor parte, porque es la parte donde puedes alcanzar el cielo con tus dedos, por eso esta prohibido pensar en nada que no sea esa la felicidad que solo se siente ahí, durante ese instante. Y ella ese instante lo disfruto como una niña pequeña.
Pero es en el momento de la caída cuando te planteas la pregunta más difícil de responder en esos momentos. ¿Hice bien o mal?
Y es cuando el miedo vuelve a apoderarse de ti.
Ella apoyaba su cabeza en el marco de la puerta, mientras lo contemplaba atentamente. Llevaba puesta la camisa que momentos antes le había quitado y fumaba, mientras se preguntaba si esa seria la primera y ultima vez que se citarían con el colchón. Eso era lo que realmente a ella la aterraba. No le importaba que no estuvieran juntos, le daba lo mismo que no hubiera nada serio. Ese no era el problema, el problema era que a ella le encantaba esa situación, no tener nada, pero compartir citas con el colchón, y lo que quería era que aquello no acabase, que mañana se quedara la casa sola y sea a ella a la que vuelva a mandar un sms, volviéndole a proponer un plan indecente.
No quería ser su novia, solo quería coleccionar recuerdos entre las sabanas con el chico de los ojos color café.



domingo, 17 de abril de 2011

Demasiadas cosas se esconde bajo el sombrero.

A veces en la vida sucede cosas sin darte cuenta. Y detrás de una conversación, de una mirada, de un simple gesto, se esconde muchos sentimientos, demasiados.
Él conoce muy bien los gestos de ella.  
Ella cuando está nerviosa se toca el pelo mientras mira hacia otra parte que no se él. Ella con facilidad se sonroja he intenta que él no la vea. Pero él la conoce más bien de lo que ella piensa. Lo que ella no sabe, es que esas cosas a él le encanta, porque esconde demasiadas cosas, porque cuando se pone nerviosa es porque son muchas cosas las que siente a la vez y no puede disimularlas, porque tiene miedo a decir algo equivocado. Y saber eso a él le encanta.
Hoy ella no dejaba de tocarse el pelo, de desviar la mirada para todos lados, menos el lado donde estaba él. Hoy ella estaba sonrojada. Hoy ella le miraba cuando él no lo hacía, o al menos eso pensaba ella, se quedaba unos segundo contemplando su figura pensando en sus ganas por besarle, que posiblemente seria la mismas que las de él, y luego volvía a desviar la mirada hacia algún lugar.
Hoy ella se siente la niña más feliz del mundo. Aunque le hubiese gustado que se hubiese despedido con un beso sin mejilla. Pero ella piensa que ya habrá tiempo de darse muchos besos, tantos como veces lo ha mirado hoy.
Ella cuando llegó a su casa se acordó de mil cosas que le tenía que contar, una vez más los nervios volvieron a traicionarla.

jueves, 14 de abril de 2011

¿Algo nuevo que contar?

El olor a café entraba por su ventana, ese olor le recordaba el color de sus ojos. Las luces de las farolas dibujaban su sombra en la pared. Sentada en su cama, con un blusón ancho y un moño mal hecho ve pasar las horas. Está como en otro mundo, en su mundo, perdida en sus pensamientos. No se lo explicaba. No lo entendía, ¿cómo volvió a suceder?
Ella no sabía ni como, ni cuando había pasado pero, pasó. Ella volvía a creer en aquello que la gente llamaba AMOR. Volvía a creer en las palabras bonitas, en las sonrisas que iluminaban las tardes nubladas, en miradas que hablaban. Volvía a creer en las noches sin dormir pensando en él. Volvía a creer en las mariposas que se sienten en el estomago cuando sabe que lo volverá a ver, en los escalofríos que enrizan todos los pelos de su cuerpo al verle. Volvía a creer que la mejor melodía era su voz. Volvía a creer en los besos inesperados, en los abrazos con ropa, en las caricias, en las canciones de LODVG… Volvía a creer en que alguien puede ocupar las veinticuatro horas del día su cabeza. Volvía a creer en el mundo que había detrás de su mirada.
Ella sin que nadie se diera cuenta volvía a ser ella.
Volvía a reír con aquel brillo en los ojos, que un día perdió, por un motivo que no recuerda, o quizás no quiere recordarlo.
Ella quería aquel chico de los ojos color café. Y ahora sabía que él también la quería.
No sabía ni donde, ni cuando iba a suceder, pero precentía en lo más hondo de su ser que sus labios se rozarían, que su lengua bailaría en su boca más de una vez, que sus manos rozarían cada milímetro de su piel, que sus ojos color miel se mezclarían con los de color café.
Ella lo sabía, lo sentía más dentro que nunca. El amor, como dijo Lope de Vega, quién lo probó lo sabe.

sábado, 2 de abril de 2011

¿AMOR? Sí, esa era la palabra.

Ya los días se hacen cada vez más largos y ella se siente agobiada en su cuarto. Necesita urgentemente salir. Se asfixia entre esas cuatro paredes y las horas parecen no pasar. Encima, hace días que no habla con él y la desesperación habita en cada parte de su frágil cuerpo. Parece que de un momento a otro se va a romper en mil pedazos pero, la verdad es que a pesar de sus problemas, preocupaciones y quebraderos de cabeza. Detrás de su fragilidad, allí debajo de su piel, donde pocos consiguieron ver, quizás ninguno, guarda cuidadosamente su secreto. Un secreto que la hace fuerte, que hace que no pierda su sonrisa nunca.
Su mayor secreto es él. Sí, el chico de los ojos color café. Él y sus quedadas. Él y sus recuerdos. Paolo era el causante de su sonrisa, el que hacía que nunca la perdiera pasara lo que pasara.
Lleva días abrazada a la almohada que sigue oliendo a él, escucha siempre la misma canción y recuerda cada mirada, palabra y sonrisa que tuvo con él.
En alguna ocasión, se ve una lágrima recorriendo su cara. Pero no es una lágrima de tristeza, ni tampoco de alegría. Es algo que va más allá, que supera los limites, algo mucho más profundo. Es una lágrima de felicidad extrema, superior a la habitual. Es una lágrima que escondía los más bellos recuerdos y mezclaba todo tipo de sentimientos. Me suelo preguntar...  
¿Cómo un minúscula lágrima, cómo algo tan pequeño puede guardar tantos secretos, tantos recuerdos, tantos sentimientos?
No sé cómo, pero así era, una pequeña lágrima que ocultaba los más enormes sentimientos. Una lágrima que le sacaba su mayor sonrisa. Una lágrima de fuerza. Porque a veces llorar no significa que algo malo haya pasado. A veces, significa todo lo contrario.
Hoy no aguantaba más, se le veía en el brillo de sus ojos, en la expresión de la cara, en su estado de nerviosismo. No dejaba de moverse de un lado para otro de la habitación. Nunca pensó que le fuese a necesitar tanto, pero así era. Le necesitaba. Ella, que nunca había necesitado nada. Empezaba a no poder vivir sin él, a depender de su sonrisa. Eso la aterraba pero, no podía hacer nada. Necesitaba saber de él. Hoy sí. Lo tenía bastante claro esta noche no se iría a la cama sin saber como estaba o si se volverían a ver.
Se pasó todo la tarde conectada, por si a caso él lo hacía. Pero tuvo la sensación de que cuanto más quieres algo, menos sucede. Así que le envió un sms, para saber algo de él.
Ella era muy tímida pero, también muy cabezota. Paolo le gustaba de verdad, lo quería para ella, sin posibilidad de compartirlo con nadie más. Siempre consigue lo que se propone, y con él no iba a ser una excepción, ni mucho menos.
La confianza empezaba a crecer en ambos y eso, era algo que a ella le alegraba saber. Estaba dispuesta a conquistarlo, sabía de sobra que no siempre se gana pero, estaba dispuesta a arriesgarse. Y por eso el sms que le envió no fue solo para saber como estaba, sino para verse ese fin de semana.
A medida que pasaban las horas temía que no le contestase. ¿No habría visto su sms? o quizás, ¿no quería verla? Pero entonces sucedió; "¡Bipp!¡Bipp!: Un mensaje nuevo". Paolo:
- Jaja ¡No te preocupes! Yo voy, pero esta vez tiene que ser el domingo, ¡tu eliges la hora! ¡¡un beso!!
Fue entonces cuando lo sintió. Ese día ella sentía eso ahí en la barriga esa punzada que sientes cuando sabes que faltan horas para verlo. Tal vez, ¿amor? Sí. amor, esa era la palabra, y se sentía justo ahí, donde debería.