Por fin te tenia donde yo quería, como yo quiera. Como ambos queríamos. Rozando tu piel con mi piel. Sintiendo el sudor al retirar el pelo de mi nuca. Sentirte en lo más dentro, en lo más profundo de mi ser. Mirarte en cada subida y bajada de mi cuerpo. En cada movimiento de mis caderas. No me dejas descansar. Me pierde tu forma de besar. Me pierde el son del son, el ritmo que marca tu cuerpo. Viajo en el enredo de tus dedos entre los míos. De mis dedos en tu nuca, en tu espalda, en las sábanas. Me dejo llevar. Nos dejamos llevar, al compás del tiempo. Mirarnos en ese preciso momento, y que de tu boca salga en un susurro, “Te quiero.”
Mirar alrededor y describir con alegría, la ropa interior esparcida por el suelo, las sabanas arrugadas, y al otro lado de la cama, a ÉL, y su sonrisa.
- Hagámoslo una vez más.
- ¿Otra vez?
- No, ciento de veces.
Esa noche hice viajes a la luna sin tener naves, ni pasos de astronauta, por cada uno de tus lunares.
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