- Los que escriben un diario, es porque se sienten solos.
+ No es verdad. Es porque tienen algo que contar, porque su vida es diferente. Y, aunque nunca lo confiesen, siempre esperan que alguien lo descubra, lo lea a escondidas para así poder conocer la verdadera personalidad del autor.

domingo, 27 de marzo de 2011

Borracha de felicidad.

Esa mañana ordenó el cuarto, hizo la cama y se arregló el pelo.
De solo pensar que faltaban horas para verle, los nervios le recorrían cada esquina de su cuerpo y la timidez poco a poco se apoderaba de ella.
Pero ni los nervios, ni la timidez, ni siquiera discutir con su madre o saber que él ira hoy a casa de ella, pudieron borrar aquella sonrisa.
Fue entonces cuando empezó a darse cuenta de que aquello empezaba a tomar un papel importante. Que eso se sentía mucho más al fondo de lo que tenía previsto.
Descolgó el teléfono...
- ¿Sí?
- Me gusta, me gusta muchísimo.
- ¿Dani?
- Sí, dime.
- ¿De quién hablas?
- Hablo del chico de los ojos color café.
- ¿De Paolo?
- Sí.
- Pero... De verdad no hay quien te entienda. Aunque tengo que reconocer que me alegra oírte decir eso.
- Lo sé, lo sé. Bueno hablamos luego que voy tarde. Te quiero.
Colgó antes de que Nicoletta pudiera desearle suerte. Quizás no necesitaría que la suerte estuviese de su lado.
Daniela no suele estar segura de muchas cosas, pero si de algo estaba segura era de dos cosas. Una que su sonrisa permanecería en su cara por un tiempo indefinido. Y la otra era que para que una tarde sea perfecta solo tenía que estar Paolo a su lado.
La tarde transcurrió, con risas, palabras y miradas. Estaba claro que desde esa tarde todo había cambiando, que en la vida de Daniela empezaba haber otras prioridades, como la ilusión, los sueños, la felicidad, el miedo y sobre todo... él, el chico de los ojos color café.


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