Que le den. Al mundo. A todos. A él. Sobre todo a él. Al menos hoy. Mañana no sé. Quizás mañana se me olvide el odio que siento hoy. Mientras tanto, mientras que mañana llega, QUE LE DEN.
QUE SE JODA.
Y al día siguiente ella volvió hacer la misma. Ella volvió a hablarle, a caer en sus encantos y en aquella maldita dulzura. En las conversaciones largas de noche que dejan una sonrisa al dormir. Volvió a caer, porque no puede resistirse. Por más que lo intenta, no puede. Aunque lo disimula bastante bien.
La verdad, es que aquí donde me ves, no se cuantas veces me habrá pasado lo mismo, esa sensación de "te odio eres un gilipollas" pero que después lo ves y se te cae la baba, creo que es una sensación inevitable que ojalá algún día lleguemos a controlar.
ResponderEliminarBesos de esquimal de la pequeña María <3
Si la verdad es que es algo inevitable, no se puede controlar... a veces somos así de complicados. Besitos bonita. (:
ResponderEliminarAy... Justamente eso. Que asco de encanto, de dulzura. Que asco de ÉL.
ResponderEliminarPues sí. Maldita dulzura y maldito él por volverme loca.
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