Su mayor secreto es él. Sí, el chico de los ojos color café. Él y sus quedadas. Él y sus recuerdos. Paolo era el causante de su sonrisa, el que hacía que nunca la perdiera pasara lo que pasara.
Lleva días abrazada a la almohada que sigue oliendo a él, escucha siempre la misma canción y recuerda cada mirada, palabra y sonrisa que tuvo con él.
En alguna ocasión, se ve una lágrima recorriendo su cara. Pero no es una lágrima de
¿Cómo un minúscula lágrima, cómo algo tan pequeño puede guardar tantos secretos, tantos recuerdos, tantos sentimientos?
No sé cómo, pero así era, una pequeña lágrima que ocultaba los más enormes sentimientos. Una lágrima que le sacaba su mayor sonrisa. Una lágrima de fuerza. Porque a veces llorar no significa que algo malo haya pasado. A veces, significa todo lo contrario.
Hoy no aguantaba más, se le veía en el brillo de sus ojos, en la expresión de la cara, en su estado de nerviosismo. No dejaba de moverse de un lado para otro de la habitación. Nunca pensó que le fuese a necesitar tanto, pero así era. Le necesitaba. Ella, que nunca había necesitado nada. Empezaba a no poder vivir sin él, a depender de su sonrisa. Eso la aterraba pero, no podía hacer nada. Necesitaba saber de él. Hoy sí. Lo tenía bastante claro esta noche no se iría a la cama sin saber como estaba o si se volverían a ver.
Se pasó todo la tarde conectada, por si a caso él lo hacía. Pero tuvo la sensación de que cuanto más quieres algo, menos sucede. Así que le envió un sms, para saber algo de él.
Ella era muy tímida pero, también muy cabezota. Paolo le gustaba de verdad, lo quería para ella, sin posibilidad de compartirlo con nadie más. Siempre consigue lo que se propone, y con él no iba a ser una excepción, ni mucho menos.
La confianza empezaba a crecer en ambos y eso, era algo que a ella le alegraba saber. Estaba dispuesta a conquistarlo, sabía de sobra que no siempre se gana pero, estaba dispuesta a arriesgarse. Y por eso el sms que le envió no fue solo para saber como estaba, sino para verse ese fin de semana.
A medida que pasaban las horas temía que no le contestase. ¿No habría visto su sms? o quizás,
- Jaja ¡No te preocupes! Yo voy, pero esta vez tiene que ser el domingo, ¡tu eliges la hora! ¡¡un beso!!
Fue entonces cuando lo sintió. Ese día ella sentía eso ahí en la barriga esa punzada que sientes cuando sabes que faltan horas para verlo. Tal vez, ¿amor? Sí. amor, esa era la palabra, y se sentía justo ahí, donde debería.
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