- Los que escriben un diario, es porque se sienten solos.
+ No es verdad. Es porque tienen algo que contar, porque su vida es diferente. Y, aunque nunca lo confiesen, siempre esperan que alguien lo descubra, lo lea a escondidas para así poder conocer la verdadera personalidad del autor.

sábado, 5 de febrero de 2011

¿Cuál es el límite del número de piedras con las que tropieza el ser humano?


No me puedo creer que haya vuelto a pasar. No sé ni como hemos llegado a mi casa. Pero aquí estamos envueltos en las mismas sábanas. En la misma habitación.
Volver a vivir aquellos momentos congelados en nuestra memoria. Las paredes volvían a ser testigos de aquel error. Aquel dulce error.
   Apoyada en su pecho escuchaba el latido acelerado de su corazón. Sus besos rompían el silencio monótono que se concentraban en sus oídos. Su mirada rompía la armonía que solía haber en su cuerpo. Aquella mirada que le ponía cada vez más nerviosa. Que hacía acelerar su respiración. Y su corazón quería salirse de su pecho.
    Sus corazones latían al compás. Al unísono. Juntos. Para siempre. Aunque el tiempo los alejase. Ella estaba segura de que se volverían a juntar. Es más, a pesar de todo, sus corazones nunca se separarían.
     Estuvimos compartiendo más que momentos. Los besitos de esquimal, los rápidos, los lentos. Los cortos, los largos, los intensos. Los besos que esperas y los inesperados. Lengua junto a lengua. Cuerpo frente a cuerpo. Mordiscos, susurros, miradas... cuantos se regalan en tan poco tiempo.
     Nos comiamos con la mirada a cada instante. Bueno para que utilizar en esta frase el pasado, aunque no tenemos nada, aun lo seguimos haciendo.
     Nos volvemos a comer con la mirada. Nos volvemos a besar, a tocar. Volvemos hacer locuras juntos, en lugares raros. Extraños. Y no quiero que me entendais, porque ni yo misma lo entiendo. Pero sucede. Al final siempre acabamos contradiciendo nuestras palabras.
- Me quieres.
- No.
- No ni na ni no.

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